viernes, 2 de mayo de 2014

Es hora de salir

"Cuando la gente se aleja de ti, déjalos ir. No significa que sean malas personas sólo que su parte en tu historia ya se terminó"
(¿Anónimo?)


En una entrada anterior ya hablé sobre si existía o no la casualidad cuando alguien nuevo entra en tu vida. Pero, ¿qué pasa con las personas que salen de ella? Dicen que cuando se cierra una puerta, se abre una ventana. Hoy esta entrada va sobre lo que se va, lo que por una razón u otra tenemos que soltar a lo largo del camino.

Duele, ¿verdad? Duele cuando algo o alguien va desapareciendo poco a poco de tu presente, de tu día a día, y en definitiva, de tu vida. Muchos motivos pueden ser los que influyan en ese adiós repentino o que se veía venir. De cualquier manera, siempre duele. A no ser que lo que se va no haya calado hondo en nosotros y su ausencia no suponga un cambio en nuestra vida. La distancia, la madurez, la imposibilidad de arreglar problemas del pasado, la pérdida de confianza, el comienzo de una nueva etapa en la vida… Son sólo algunos de esos motivos que provocan decir “adiós”.

Cuando es referido a personas, la cosa es indudablemente más complicada. Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué? ¿Qué ha podido pasar para que todo lo que hemos vivido, todo por lo que hemos pasado acabe en un recuerdo y dejen de crearse nuevos? Unas veces somos nosotros, otras veces es la otra persona. A veces los dos. ¿Culpables? Probablemente ninguno lo sea, pero sí que hay falta de interés por una o por ambas partes.

El otro día lo pensaba y me di cuenta de algo que nunca me había planteado. Siempre he creído que las relaciones, de cualquier tipo, empezaban a difuminarse con la pérdida de confianza, con los cambios de actitud que nos enfrentaban directamente con el otro (nuestro amigo, hermano, primo, pareja…). Y sí, ese es el comienzo del fin. Pero aunque eso suceda, aunque perdamos la total confianza en una persona extremadamente cercana a nosotros, hay algo que nos une. Siempre queda un hilo que nos mantiene atados.

Ahora creo que sé qué es lo que termina cortándolo, y es lo siguiente: aprender a vivir sin él/ella. Eso es lo que creo que provoca que hayamos dejado a esa persona en el camino casi sin darnos cuenta. Y es curioso, porque es algo que se hace de forma involuntaria. Un día te levantas y eres consciente de que no echas de menos a esa persona, que no tienes la necesidad de compartir cosas con ésta y que has aprendido a recorrer el camino sin su apoyo.

Algo muy duro, ¿no? Que notes que han aprendido a vivir sin ti. Sin embargo, todos hemos estado en el lado del que aprende y del que deja de ser importante. Al final nadie en esta vida es imprescindible. No nos engañemos, ninguno de nosotros lo es. Si salimos de la vida de alguien no va a hundirse para siempre por ello. Tampoco debemos querer eso, hay que seguir adelante. No debemos ser lo que provoque el hundimiento de nadie. Y es que al final, todo puede reducirse a lo siguiente: No imprescindibles, sí insustituibles.

Nadie es imprescindible, pero sí que hay personas que nos resultan insustituibles. Esas que sabes que dejarían un espacio si se van, y que nadie podría cubrir porque nadie encaja en él, únicamente está hecho para esa persona. A veces sólo somos conscientes de que ese hueco está vacío cuando ya se han ido (mal, debemos ser observadores y darnos cuenta antes de que se vayan). Otras veces creemos que lo son, y cuando ya no están apenas notamos su ausencia porque en realidad no han dejado un hueco, sino más espacio para gente nueva. Los insustituibles son los que se van y duele, los que incluso sin irse hacen que sufras por si algún día no están ahí. Sin embargo, ellos también pueden irse, y como he dicho antes, podemos aprender a vivir sin ellos.


Yo soy de las que piensan que todas las personas que pasan por tu vida te enseñan algo, ya sea para bien o para mal, para madurar o enloquecernos, para aportarnos experiencias y conocimientos, o incluso para reforzar nuestros principios y pensamientos. ¿Cuál es la diferencia? Que la gente normal nos enseña, los insustituibles nos marcan. Así que de cualquier manera, aprender a vivir sin una persona no significa olvidar lo que hemos vivido. Eso siempre quedará ahí, en nuestro pasado; pero es eso, pasado.

2 comentarios:

  1. Muy buena la entrada y reflexión sobre situaciones de la vida muy cercanas a muchas personas, moi incluida.
    Duele. Duele y mucho, pero en mi opinión, ya sea mas o menos ese dolor siempre lo llevamos encima, y que nunca se nos va...sino que simplemente aprendemos a convivir con ese dolor, hacerlo nuestro, a resignarnos sobre esa perdida e intentamos aprender a convivir con ello y que poco a poco olvidamos los sentimientos que teníamos de primera mano con esas personas, y que por "h" o por "b" lo sustituimos por otras personas o por nosotros mismos.
    Una reflexión más que aporto.
    Continua así! ;)

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  2. Me ha encantado.

    Uno de los momentos más dolorosos es el instante justo en el que te das cuenta que esa persona tan importante, por la que lo has dado todo y con la que has compartido tantos momentos especiales, ya no forma parte de tu vida, y no hay marcha atrás.

    Y es que, como tú dices, nadie ni nada es imprescindible. Pero eso no quita que, con esa determinada persona, no pueda pasar un día entero sin pensar que la necesitas.

    Después de la entrada sobre lo que se va, espero una sobre lo que está por venir, ¿eh?

    Un saludo, Laura. Sigue escribiendo, que yo seguiré leyendo :).

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