"La estupidez insiste siempre"
(Albert Camus - novelista y periodista nacido en Argelia)
“Imbécil…
Soy un/a completo/a imbécil” Supongo que muchos hemos pronunciado estas
palabras, o al menos las hemos pensado, alguna vez de nuestra vida. Es ese
preciso momento en el que te das cuenta que has sufrido una caída emocional, y
que cuando aún permaneces en ese suelo plagado de sentimientos te sientes la
persona más absurda del mundo.
Duele,
y mucho. Sangras lágrimas de impotencia, escuece el no poder volver atrás en el
tiempo y quema el no poder controlar esa herida de sentimientos que muy pocos
llegan a dominar.
Cuando
se es una persona emocional e impulsiva se siente ese dolor, aunque quizás ese
grado de irracionalidad hace que las caídas sean habituales y en cierta manera
se empiezan a sobrellevar. Evidentemente, nadie se acostumbra a ello, pero sí
que creo que con el tiempo se va haciendo menos duro. Y también es el precio
que se paga por ser impulsivo.
Sin
embargo, la gente racional (entre las que me incluyo) frecuentamos menos ese
tipo de tropiezos. Lo cual no quiere decir que no cometamos errores, todos
metemos la pata en innumerables ocasiones independientemente del tipo de
persona que seamos, pero la gente que piensa tanto y que no se sale de lo que
se considera como una persona responsable tiene menos probabilidades de
sentirse así. Y claro, cuando sí cae, porque siempre hay una vez para todo, es
como si se desmoronara todo en cuestión de segundos.
Te
miras a ti mismo y piensas: ¿Cómo he podido cometer semejantes estupideces?
¿Por qué no supe ser racional en ese momento? Y luego te das cuenta de que no
hay posibilidad de volver atrás y seguidamente empiezas a comprender que tienes
que aceptar lo que has hecho y cargar con ello. Tienes que aguantar el sentirte
como una completa idiota y esperar frustrada hasta que la herida se vaya
curando con el tiempo.
Y
es que ser racional está muy bien porque te evita muchas veces el tener un
comportamiento del que luego puedes arrepentirte. Ser una persona un poco fría
es bueno, pero en sus respectivas dosis. Todo lo que sea abusar desemboca en
una sobredosis no muy sana ni para la mente ni para el corazón.
Y
sí, muchas veces nos cansamos de ser tan racionales, de no darnos ni un minuto
de “relax”, de pensar siempre en hacer lo correcto, de evitar herir a otras
personas y comértelo, de comprender e incluso de criticar el comportamiento ajeno
y el propio… Nos cansamos de pensar y pensar, y guardarlo en una caja bajo
llave que nadie abrirá; de estar siempre alerta para no decepcionar a quienes
queremos; de ser el aguafiestas o el “sinsentimientos” Nos cansamos, a veces, de esta estúpida
racionalidad.
Por
mucho que nos digan que es normal y que nosotros mismo sepamos que es algo
típico del ser humano, el dolor sigue ahí. Las horas irán asesinando días que a
nosotros nos ayudará a curar esa herida, y llega un momento en el que ese
síntoma se difumina y por fin queda atrás. Y es que por muy racionales que
seamos también hay muchos sentimientos dentro de nosotros. Los cuidamos mucho y
por eso nos revienta que sean heridos. Pero nadie está a salvo de ser atacado;
así que todos, seamos impulsivos o racionales, sufriremos heridas que nos harán
sentir estúpidos. Porque la estupidez insiste siempre como bien dice Albert Camus, pero es una guerra que constantemente habrá que luchar.