miércoles, 2 de abril de 2014

Se cierra el paraguas

"Chicos, nunca subestiméis el poder del destino, porque cuando menos te lo esperas, el detalle más insignificante puede causar un efecto en cadena que cambie el rumbo de vuestra vida"
(Ted Mosby - How I Met Your Mother) 


Esta entrada es un poco especial porque está centrada en el último capítulo de ‘Cómo conocí a vuestra madre’, así que si no has visto el episodio detente porque la reflexión de hoy contiene muchos spoilers.

Ted… Querido Ted. Hoy sólo puedo preguntarme por qué. Por qué no has aprendido la lección después de tantas caídas y tantos desplantes. Por qué no supiste aceptar el no y dejarla ir para siempre. Por qué te empeñas en estar con una persona que nunca te valoró y que, probablemente, nunca lo haga. Robin y Ted, la eterna historia de una pareja que a cientos de leguas se ve que nunca encajarán, y ya no porque son diferentes, sino porque buscan cosas muy opuestas.

Te entendía cada vez que veías a Marshall y Lily tan felices y comprobabas que tenían lo que siempre habías querido; sufría  contigo cuando fuiste testigo de cómo Robin se enamoraba de Barney; y perdía, al igual que tú, la esperanza cada vez que una chica llegaba a tu vida y demostraba que no estaba a tu altura. Había cosas que hacías y que no entendía, como buscar el relicario de Robin o empezar una relación con Zoey, pero a pesar de eso nunca dejé de creer en ti. Pero hoy, me has decepcionado. Yo misma he llegado al límite al que hace mucho tiempo debiste llegar tú. No, Robin no es buena para ti. No es una opción. Pero tú tontamente, como el primer día en que la viste, has caído rendido ante ella como el marinero al que mencionabas en esa mirada eterna en el bar.

Debo admitir que el final es realista porque la vida no es perfecta, y la muerte y los fracasos con las parejas están a la orden del día en cada rincón del mundo, pero no era necesario ese final. La aparición de Tracy, “la madre”, fue como una brisa de aire en pleno verano, como una gota de agua recorriendo una cara. Era el símbolo de la llegada de lo bueno, de la libertad; era lo que tú y todos necesitábamos. Y es que para mí la serie siempre fue Ted en mayúsculas, y necesitaba verle feliz. 

En cierta manera, porque yo necesitaba creer que -aunque fuera por una vez y en la ficción- las cosas salen bien por muchas tempestades que vengan. Estaba ansiosa por ver a Ted siendo el envidiado por otros por la felicidad que compartiría con “la madre”, una mujer que lo apreciara y lo quisiera como se merece, y con la vida que a él le haga sentir el hombre más afortunado del mundo. Sí, parece que los guionistas nos han vendido eso durante toda esta temporada, exceptuando los últimos cinco minutos de la serie. Cinco minutos en los que cada segundo es una puñalada a todos los que creíamos que Ted al fin sería feliz. Sin embargo , no es así. Y ahora también tenemos que convivir con el factor de que esa historia con Tracy tampoco era auténtica ni honesta, puesto que Ted seguía “enamorado” de Robin. Algunos lo han definido hoy muy bien en Twitter diciendo que eso no era amor, que era pura obsesión. Estoy de acuerdo. Tuviste a la mujer perfecta, que tristemente fallece, y la quisiste, seguramente mucho; pero tú seguías locamente obsesionado por la que nunca supo reconocer tu valía.

Esto me recuerda a la típica historia, de la que yo, estoy bastante harta: chico encantador termina con la guapa que nunca sabrá apreciar esos detalles que le hacen diferente. Ted era diferente, con un encanto que pocos personajes televisivos tienen. Sinceramente, era el único chico romántico al que yo podría aguantar porque él es interesante, es especial. Tracy parecía ser la afortunada y la justa merecedora de un hombre como él, pero al final nunca podrá conservar el premio. Y no, no creo que Ted deba guardarle luto para siempre, pero Robin, la mujer egoísta que ni aprecia a sus amigos y sólo mira por su interés personal, es la que se lo lleva a casa. Disfrútalo, pero sintiéndolo mucho cuando te vi asomarte a la ventana deseé que nunca hubieras entrado por la puerta del bar. Y Ted tiene más culpa que Robin porque al final él es el que se deja ser "usado", pero ya son muchas Robin, ya son muchas Scherbatsky...

Dicho esto, quiero apuntar una cosa que me parece fundamental: que Ted es Ted. Él siempre ha sido así, y en cierto modo es lo que le hace tan genial. Que es demasiado “tonto” y que no sabe apreciarse para mi gusto, sí; pero aun así es muy grande. Habría cosas que le cambiaría, pero quizás perdería su auténtica esencia. Y arriesgarse a perder eso, es arriesgarse demasiado.

Hoy me ha decepcionado, pero precisamente por su culpa no puedo dejar de creer en su personaje y, en cierto sentido, en lo que él representa. Ted nunca cambiará y yo tampoco podré dejar de creer en el maravilloso personaje que nos ha regalado HIMYM y el increíble Josh Radnor. Y al igual que empiezo esta entrada preguntándole a Ted por qué, ahora miro su foto con la maravillosa trompa azul y la comparativa del primer capítulo y el último, y a pesar de todo, sólo puedo decir: ¡Gracias!


                                                                            Fuente: vertele.com y blogs.elpais

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